Citation de Pablo Neruda

lundi 29 novembre 2010

PABLO NERUDA, JULIO VERNE Y LAS LÁGRIMAS DE MARÍA CELESTE


La casa frente al mar adquirida por Pablo Neruda en 1939, ampliada y decorada por él con objetos, muebles y cosas que había comenzado a atesorar allí desde hacía más de una década, fue cedida a fines del año 1951, por el verano que entonces comenzaba, en préstamo y al cuidado de una persona conocida y de confianza del vate. Esa persona era -y debía ser- ajena a las ideas políticas del poeta. Éste requisito, en las circunstancias del momento, era indispensable. Neruda estaba ausente de Chile; exiliado para escapar de la persecución de un ya casi olvidado aprendiz de tirano. Su casa no podía permanecer cerrada por más tiempo o parecer abandonada; el peligro de que cualquier noche fuese saqueada, quemada o destruída, era inminente.

Arturo Aldunate Phillips y su esposa Lucía pasaron en eIla los meses de enero y febrero de 1952. Tanto les agradó el costero lugar, que ese mismo verano compraron un terreno en la vecindad. Y tan pronto como pudieron iniciaron la construcción de una vivienda; que, más que casa, imaginaron barco. La inauguraron a fines de febrero de 1953 bajo el nombre de María Celeste. Y desde entonces fue
el María Celeste, si un día era bergantín. Y la María Celeste, si al otro amanecía como goleta. Como la casa de Neruda, el o la María Celeste de los Aldunate Phillips nació mirando al mar. Pero, como precisó el poeta, mirándolo desde la otra punta de la Isla.

Así fue como, hace algo más de medio siglo, se construyó en Isla Negra un bergantín goleta que no 
era tal, en la otra punta de una isla que tampoco era isla ni tenía puntas. Éste si es no es, -que puede ser o no ser- es la característica principal de lo que aquí relataremos.

En su libro de recuerdos
Mi pequeña historia de Pablo Neruda, Aldunate Phillips cuenta la historia de ambas casas; y relata cómo y por qué, durante 40 años, mantuvo una estrecha, leal e inalterable amistad con el poeta.

Esa amistad se inició en 1939, cuando Neruda volvió de Francia a Chile y buscó por todo Santiago al personaje que un par de años antes, el 26 de junio de 1936, en la Posada del Corregidor y en el marco de las actividades de la Sociedad Amigos del Arte, había dado una charla titulada
El nuevo arte poético y Pablo Neruda. Había sido él, Arturo Aldunate Phillips, quién dió esa exitosa charla, repetida poco después en forma de conferencia en el Salón de Honor de la Universidad de Chile (1).

Por eso era que Pablo Neruda quería conocerle personalmente.

Poco después, el poeta volvió a buscarle. Ésta segunda vez llegó a pedirle apoyo para tramitar ante don Carlos G. Nascimento un asunto relacionado con un proyecto editorial. Esperaba, claro, acordar con él la edición de un libro.
sentido del humor. Raúl Simón, que así se llamaba, firmaba como César Cascabel sus celebrados artículos humorísticos en el diario La Nación. Con su nom de plume, Raúl Simón homenajeaba a Julio Verne, francés como sus progenitores. Como todo buen lector de Julio Verne sabe, César Cascabel es el personaje protagonista de la novela del mismo nombre (1890). Quede ésto dicho, como pretexto para mencionar por primera vez a Julio Verne en ésta cascabeleante anti-investigación. Pero además quería obtener del editor, al firmar el contrato, un inmediato adelanto que le permitiese financiar la urgentísima compra de una casa a medio construir, que se vendía entre el puerto de San Antonio y las playas de Algarrobo. Se trataba naturalmente de la que ya hemos mencionado, que con los años se transformaría en su famosa casa de Isla Negra. La casa -y, sobre todo, su entorno- había de tal modo fascinado a Neruda, que por ningún motivo quería perder la oportunidad de comprarla. Aldunate Phillips logró mediar positivamente entre su reciente amigo y don Carlos Nascimento. Resultó de ello un acuerdo, en el que el mismo Aldunate Phillips se comprometía y que hacía posible el milagro financiero; 30.000 pesos en adelanto por los derechos de la edición de una selección de poemas -que vino a editarse finalmente en 1943- hicieron realidad el sueño del vate. La mediación del ingeniero Aldunate Phillips no ha de haber sido necesaria sólo porque 30.000 pesos de la época eran una nada despreciable suma; sino también porque Don Carlos no podía decidir tan extraordinarias condiciones para un libro de poesía, sin antes contar con la aprobación de su socio principal, un ingeniero también. Lo que debió primar para que éste colega de Aldunate -escritor además, y editor de vocación- sin vacilar se manifestase de acuerdo, ha de haber sido su muy fino

En 1953, una década después de la aparición de la selección de poemas nerudianos que estuvo a su cargo, se hizo realidad el sueño de la veraniega casa-barco en Isla Negra del prologuista de aquella edición tan curiosamente gestada. Por qué Aldunate Phillips le dió el nombre de María Celeste a su casa, no queda explicado en su libro de recuerdos. Su lectura, que prueba que Neruda no estuvo en la fiesta de bautismo e inauguración, no deja entrever indicios que permitan sostener que fue el poeta quién se lo sugiriera. Resulta incluso posible, que lo contrario haya sucedido. Pero es más probable que la misteriosa historia del navío María Celeste fuese conocida de Neruda desde antes de saber que Aldunate Phillips había bautizado su casa con ese nombre. Legendaria desde el comienzo, esa enigmática historia -como la de El Holandés Errante o la de El Caleuche chileno- reaparece fantasmalmente de tiempo en tiempo -en revistas, diarios y libros- especialmente cuando se conmemora alguna fecha relacionada con ella. Como nadie ignora, enigmas de ese tipo fascinaban a Neruda. Sin saber si es o no es pertinente, diremos que Neruda escribió El fantasma del buque de carga en 1932, año en que se conmemoraba el sexagésimo aniversario del inexplicable misterio del María Celeste. El enigmático caso dió mucho que hablar en todos los puertos del mundo; y dió lugar a muchas especulaciones. Algunas de ellas las hicieron autores que Neruda leía. Tal es el caso de Sir Arthur Conan Doyle que escribió su propia versión y solución del misterio en 1884; dato que también importa mencionar aquí porque Neruda fecha los hechos relacionados con el buque de carga María Celeste en 1882, orientándose en el relato de Conan Doyle. Lo cierto es que la verdadera historia aconteció diez años antes. Más pruebas de que Neruda se interesó por ese gran misterio de los mares, son fáciles de encontrar en sus memorias; y también en Isla Negra. Allí está el tan bello y conocido mascarón de proa que lleva ese nombre. Hay también pruebas de menor volúmen, que están envasadas en botellas herméticamente selladas: los barquitos. Antes de proseguir, para entendimiento de lo que plantearemos después, mencionaremos dos datos periodísticos fechados en noviembre de 1922. El uno recordó en varios semanarios de la época, que se cumplía medio siglo desde que el María Celeste zarpara el 7 de Noviembre 1872 del puerto de Nueva York. Pocos días después, en alta mar, el capitán, su esposa e hija, y todos los miembros de la tripulación, desaparecieron misteriosamente de esa nave; inexplicablemente y sin dejar huella alguna.

Y el otro, que el 14 de Noviembre 1889, y también desde Nueva York, había emprendido su sensacional viaje alrededor del mundo la joven periodista
Nellie Bly. El motivo para rememorar el famoso viaje de Nellie Bly en las noticias destacadas de 1922, fue que ese año había fallecido la destacada pionera del periodismo femenino. Faltando aún toda una década para la llegada del siglo XX, Nellie Bly dió la vuelta al mundo en 72 días, superando sola y en carne y hueso -sobre todo esto último, porque regresó a su punto de partida con un pié fracturado- el literario récord de Phileas Fogg y su criado Passepartout, famosos personajes del no menos famoso Julio Verne; autor que queda así mencionado aquí por segunda, pero no por última vez.

Dicho lo anterior, retomaremos el hilo relatando una anécdota que cuenta Aldunate Phillips en su pequeña historia de Pablo Neruda; se trata de una que, en el gran anecdotario nerudiano, solamente él ha contado.

Arturo Aldunate Phillips recuerda que años después de la construcción de su casa -no cita la fecha exacta, pero como en su texto hay un claro antes y después del quinto aniversario de su María Celeste, celebrado en 1958, se puede deducir que fue un poco antes- Pablo Neruda le invitó para mostrarle un mascarón de proa que había sumado a su colección. Era, dice, la hermosa imágen tallada en madera de una joven cuyo rostro tenía un parecido con el de Lucía, su esposa.

El vate llamaba María Celeste a esa figura, explicándole que cuando así la bautizó ignoraba que su casa barco tenía el mismo nombre. Considerando que lo lógico sería que pasase por eso a poder suyo, Neruda le habría hecho la oferta de cedérsela a cambio de un cuadro que él poseía: un simbólico óleo llamado
Los atributos del hombre, cuadro por el que ya anteriormente el vate había mostrado gran interés. La historia deriva en detalles relacionados con defunciones y herencias. Pero en resúmen: no se llegó en esa ocasión a un acuerdo de trueque del cuadro por la mascarona, y cada cual se quedó con lo suyo.

No tenemos por qué poner en duda lo que en su libro relata Aldunate Phillips. Pero sosteniendo, también sin duda alguna, que ha de haberse tratado de otra figura; y no de la enigmática, conocida, 
envidiada y más bella de todas las mascaronas de proa, la nombrada María Celeste en la colección nerudiana. De eso no puede caber a nadie ni la menor duda. Porque nuestra afirmación tiene un fortísimo sostén; que salta a la vista con sólo mirar la ilustración de la portada del libro de Aldunate Phillips. La fotografía de la mascarona que él allí identifica como María Celeste -repitiéndola en la página 160- permite comprobar de inmediato que no es ella. La figura que él identifica como María Celeste es Jenny Lind, el ruiseñor de Suecia, la amada de Hans Christian Andersen.

¿Por qué esa confusión?. Ah!. Misterios nerudianos. El evidente parecido de las facciones de Lucía de Aldunate con las de esa figura, que incluso hace malpensar que hubiese sido tallada así a propósito, es una rara curiosidad que no debió escapar a la observación del poeta. Ello explicaría por qué Neruda estuvo dispuesto a cedérsela a cambio del cuadro. La, llamémosla por ahora "la auténtica", María Celeste -que, como veremos, aún no poseía- no la habría cambiado él por ningún tesoro del mundo.

¿Cabría la posibilidad de que la
verdadera María Celeste fuese aquella con la que Arturo Aldunate Phillips ornó en 1979 la portada de su pequeña historia; es decir, (Lucía) Jenny Lind?. Esa pregunta se puede contestar con un rotundo no. Un no, válido por lo menos a partir de comienzos de los años sesenta. Porque en Una casa en la arena, editado en 1966 en Barcelona, la María Celeste que aparece allí retratada en todo su esplendor, es la que conocemos con ese nombre; la mascarona más querida e historiada de toda la colección del poeta. Dice el poeta, en éste libro suyo, muy anterior al de Aldunate Philips:
"Alain
(2) y yo la sacamos del mercado de las Pulgas donde yacía bajo siete capas de olvido. En verdad costaba trabajo divisarla entre camas desmanteladas, fierros torcidos. La llevamos en aquel coche de Alain, encima, amarrada, y luego en un cajón, tardando mucho, llegó a Puerto San Antonio. Solimano (3) la rescató de la aduana, invicta, y me la trajo hasta Isla Negra. Pero yo la había olvidado. O talvez conservé el recuerdo de aquella aparición polvorienta entre la ferraille. Sólo cuando destaparon la pequeña caja sentimos el asombro de su imponderable presencia.
Fue hecha de madera oscura y tan perfectamente dulce! Y se la lleva el viento que levanta su túnica! Y entre la juventud de sus senos un broche le resguarda el escote. Tiene dos ojos ansiosos en la cabeza levantada contra el aire. Durante el largo invierno de Isla Negra algunas misteriosas lágrimas caen de sus ojos de cristal y se quedan por sus mejillas, sin caer. La humedad concentrada, dicen los escepticistas. Un milagro, digo yo, con respeto.

No le seco sus lágrimas, que no son muchas, pero que como topacios le brillan en el rostro. No se las seco porque me acostumbré a su llanto, tan escondido y recatado, como si no debiera advertirse. Y luego pasan los meses fríos, llega el sol, y el dulce rostro de María Celeste sonríe suave como la primavera. Pero, ¿por qué llora?
".

En
Confieso que he vivido, agrega:
"Yo tengo mascarones y mascaronas. La más pequeña y deliciosa, que muchas veces Salvador Allende me ha tratado de arrebatar, se llama María Celeste. Perteneció a un navío francés, de menor tamaño, y posiblemente no navegó sino en las aguas del Sena. Es de color oscuro, tallado en encina; con tantos años se volvió morena para siempre. Es una mujer pequeña que parece volar con las señales del viento talladas en sus bellas vestiduras del Segundo Imperio. Sobre los hoyuelos de sus mejillas, los ojos de loza miran el horizonte. Y, aunque parezca extraño, estos ojos lloran durante el invierno, todos los años. Nadie puede explicárselo. La madera tostada tendrá talvez alguna impregnación que recoge la humedad. Pero lo cierto es que estos ojos franceses lloran en invierno y que yo veo todos los años las preciosas lágrimas bajar por el pequeño rostro de María Celeste".

Y reitera en
Para nacer he nacido, mirando quizá una fotografía que en 1964 aparece en Genio y Figura de Pablo Neruda (Margarita Aguirre) "...de este largo cajón parecido a un ataúd sale un dulce rostro de mujer, altos senos de madera que cortaron el viento, unas manos impregnadas de música y salmuera. Es una figura de mujer, un mascarón de proa. La bautizo María Celeste porque trae el misterio de una embarcación perdida. Yo encontré su belleza radiante en un bric à brac de París, sepultada bajo la ferretería en desuso, desfigurada por el abandono, escondida bajo los sepulcrales andrajos del arrabal. Ahora, colocada en la altura navega otra vez viva y fresca. Se llenarán cada mañana sus mejillas de un misterioso rocío o lágrimas marinas".

Esas lágrimas, su frase: "
La bautizo María Celeste porque trae el misterio de una embarcación perdida ", y un párrafo de un artículo suyo aparecido en 1966 en la revista Ercilla y después en Confieso que he vivido: "El maestro Hollander me deleitó también haciendo para mí dos versiones de la María Celeste que desde 1882 se convirtió en estrella, en misterio de los misterios" nos incitaron a anti-investigar estos enigmas, pero sobre todo esas lágrimas...

También influyó el que en parte conociésemos la historia del barco y la versión fabulada por Conan Doyle. Y también porque conocimos al maestro Holländer. Aclararemos primeramente 
ésto último, haciendo gratos recuerdos a la manera de Aldunate Phillips:

Al sur de Concepción, cruzando el Bío Bío y siguiendo hacia la Zona del Carbón, en el Golfo de Arauco a orillas del mar, entre Lota y Schwager, está Coronel.Allí, en la calle Los Carrera 254, vivió hasta comienzos de los años 60 el pintor don Tulio García París con su esposa la señora Norma Albisini -Asistente Social de los mineros del carbón- una hija y un hijo. Éste último fue compañero de estudios del autor de éstas líneas en la Universidad de Concepción. La casa de los García Albisini fué una de las pocas que, en esa sufrida calle Los Carrera, no resultó dañada por el 
terremoto de mayo de 1960.

Ello permitió que los cuadros del pintor, sus dibujos, sus libros y objetos, que tenía en gran número en esa casa, se salvasen del cataclismo como si poco o nada hubiese sucedido. Para alegría de Don Tulio, cuyo interés por todos los aspectos de la cultura era -es, puesto que está vivo- inagotable. Por muchos años, e inmejorablemente, representó él, en Coronel y toda la zona, a la intelectualidad de su partido. La importancia político-social de la Zona del Carbón, hacía posible que a Coronel llegasen visitas de gran importancia. Justo al lado de la casa de Don Tulio, en una casona que muchísimos años antes se llamó
Hotel La Bomba que sufrió las consecuencias del sismo de tan mala manera que después tuvo que ser demolida, estaba el Bar Restaurante Hidalgo, perteneciente a un republicano español de gran actividad política. Allí, en ese Bar que ya no existe, estuvo el gran pintor mexicano Diego Rivera, el poeta Pablo de Rokha y mucha otra gente interesante. Neruda estuvo en el Bar Hidalgo más de una vez. Una de ellas se hizo acompañar por don Tulio García hasta una modestísima vivienda ubicada a unos 800 metros del Bar, en una angosta callejuela de arena apisonada que, sin ser una continuación, era, al límite sur de Coronel, una especie de prolongación peatonal de la Calle Los Carrera. En las ventanas de esa casita, utilizadas a modo de vitrina, se exhibían para su venta unas manualidades que maravillaban al poeta: los barcos que con increíble maestría construía dentro de botellas don Carlos Hollander. Allí vimos una vez al maestro.

 
Neruda le compró toda una flota al maestro Hollander. Y, como habían conversado en cada visita que le hizo, un día resumió todo lo que sabía de él y escribió un artículo que publicó en una revista de gran difusión; el poeta presentó a don Carlos a todo Chile. Además, una vez le hizo un doble encargo: construir un barco muy especial, el María Celeste, dos veces. Por qué y para qué quería tener el María Celeste por partida doble?; Neruda no lo explicó. Y nunca nadie se lo preguntó. Don Tulio tampoco. Acaso fuese para cambiar una, por otra vista por ahí. Pero, si así fue, el trueque no se llevó a cabo; las dos botellas idénticas están en Isla Negra. Podría decirse que, tallada o embotellada, la María Celeste no se dejaba cambiar de buenas a primeras. Don Carlos Holländer contruyó dos veces la miniatura en el interior de una botella, sin saber si era igual a la original. Porque, al no disponer de fotos u otros datos gráficos de la nave, hubo de atenerse a descripciones; procurando que tridimencionalmente le resultasen miniaturas que se viesen como probablemente se vió la María Celeste del gran misterio de la mar. Lo mismo vale para un grabado conocido desde hace muchas décadas; y también para los sellos de correos de Gibraltar que muestran su presunta imágen. Así reproducida, la María Celeste es y no es. En Gibraltar se examinó la nave. Tratándose de exámenes que pretendían aclarar aspectos judiciales y criminalísticos, fueron protocolados minuciosamente por escrito. Se describe la nave de proa a popa y de babor a estribor; en dichos protocolos no hay mención alguna de que su proa estuviese adornada con un mascarón. Es decir, carecía de adornos de ese tipo.

Ésto no debe hacernos pensar que Pablo Neruda asegurase lo contrario; o que pretendiese hacer creer que él poseía en su colección, la mascarona de proa de aquel navío. Nada de eso. En los párrafos citados anteriormente queda clarísimo que descubrió esa muñeca de madera en una parisina Brocanterie del mercado de las pulgas; y que pensó -o puede que así se lo dijese el comerciante que se la vendió- que había ornado en tiempos pasados la proa de una embarcación fluvial del Sena, una nave desaparecida para siempre. Tal vez fuese eso lo que más le interesó. Las naves de río tienen importancia en la biografía del poeta; a bordo de una de ellas descubrió el mar.

Desde Carahue a Puerto Saavedra navegó Neruda antes de ser Neruda; y después también.

Eran embarcaciones que carecían de mascarones; pero tenían ojos. El Saturno, por ejemplo, devoraba con sus ojos de proa, al flacuchento y soñador adolescente que esperaba ansioso en el muelle, unas cartas que quizá viniesen a bordo. Y si no era el Saturno, era el Cautín; o el Naguilán; o la Estrella del Sur. Pero el Saturno fue el que le hipnotizó con sus ojos. Por eso nunca lo olvidó, aunque no haya muchas pruebas de ello. Después del terremoto de 1939, la navegación fluvial por el río Imperial, desde Carahue a Puerto Saavedra, se redujo a un mínimo; y luego desapareció con todas sus naves. Incluso El Estrella del Sur desapareció; de nada le valió que llevase el nombre de una novela que Neftalí Reyes o Pablo Neruda leyó un verano en Puerto Saavedra*: La Estrella del Sur, de Julio Verne.

Volvamos a lo que nos ocupaba: al mascarón llamado María Celeste. Sarita Vial y Alain Sicard coinciden en señalar que esa figura de madera descubierta en París, debió llegar a Isla Negra en los primeros años de la década del sesenta. Alain Sicard, amabilísimo como siempre, confirma lo dicho por Neruda en
Una casa en la arena y responde a nuestra pregunta acerca de "aquel coche suyo" diciéndonos que era su Renault cuatro cuatro de entonces, nada lujoso pero cómodo para ese tipo de menesteres. Sarita(4), por su parte y con su sin par simpatía, nos cuenta que, orgullosísimo, Pablo Neruda le presentó a la recién llegada María Celeste en Isla Negra, que de inmediato ocupó un especial lugar en su casa. Nadie sabe cómo se llamó en Francia la muñeca de oscura madera, y de ojos de porcelana que a veces lloran. El hecho es que Neruda la bautizó -o rebautizó- María Celeste en Isla Negra. Sin que ello signifique que el desguazado barco de cuya proa se la desmontó para que, después de quizá qué peripecias, fuese a dar al mercado de las pulgas de París y desde allí a Chile, haya tenido que llamarse también María Celeste. Tampoco la figura de su colección que (¿después de haberse llamado María Celeste?) lleva el nombre de Jenny Lind,perteneció al barco que llevó ese nombre; el poeta se tomó la poética libertad de llamarla así, aunque poco parecido tenía con la famosa sopranista; de la que Hans Christian Andersen se enamoró perdidamente. La auténtica figura de proa, hecha a imágen y semejanza de Jenny Lind, el ruiseñor de Suecia, existe. Sí; existe y está a buen recaudo en un Museo que no es el de Isla Negra. Neruda debía saberlo; pero, como poeta, tenía licencia para bautizar o rebautizar sus juguetes, casas, amores, etc., tal y como se le diese la lúdica y poética gana. Creemos, por ejemplo, no equivocarnos al decir que si bautizó Isla Negra a Isla Negra, fué porque cuando visitó el lugar por primera vez, más que la casa fue el paraje lo que le fascinó, al recordarle vivamente el lugar desde el que algunos años antes, en oriente, como un Sandokán en Mompracem, veía la Isla de Sumatra; en una de las cartas que desde allá envió a Eandi, denomina Isla Negra a Sumatra.

De tanto divagar y elucubrar acerca de éstas y otras cosas, y de consultar una y otra fuente de información e imaginación, no nos dimos cuenta hasta mediados de noviembre de que el año 2005 tocaba a su fin. Ésto transformó todo el asunto en una urgencia. Porque el 2005 es el año de Julio Verne!. 
Era necesario pues, escribir y publicar, en lo que restaba de año, ésto que ahora el sufrido lector está leyendo.

Revelaremos pues, para terminar, qué queremos decir con
ésto. Señoras y señores: sumándonos a los homenajes rendidos éste año a Julio Verne (en ocasión del Centenario 1828-1905/ 2005), vamos a dar a conocer el nombre original de la bella figura de madera que Pablo Neruda, cuando la sacó de la caja en la que había cruzado los mares para llegar a su destino en Isla Negra, rebautizócon el nombre María Celeste. No nos vamos a extender en detalles relacionados con los métodos empleados para llevar a feliz término ésta holmesiana anti-investigación; el tiempo apremia y la contundente prueba gráfica que ofreceremos, habla por sí sola. La nerudiana figura de proa de una embarcación del Sena, que en la colección de Isla negra se llama María Celeste, llevó en Francia el nombre de una dama muy joven y bella -además de muy valerosa- que visitó un día en su casa de Amiens a Julio Verne para comunicarle que estaba dando la vuelta al mundo al igual que Phileas Fogg; pero muy segura de poder hacerlo sola y en menos de ochenta días. Y, puesto que efectivamente lo logró, se hizo famosísima en su tiempo; aunque hoy ya casi nadie recuerde su extraordinaria aventura. Con su nombre se bautizaron locomotoras, barcos, coches y otros medios de transporte: Nellie Bly. Éste nombre, tomado de una canción del popularísimo autor de Oh, Susana, cuyo nombre tampoco recuerdan muchos, fue el nom de plume de Elisabeth Cochrane; jovencísima periodista del New York World, el famoso diario de Joseph Pulitzer. Su nombre de familia hace pensar que Nellie Bly pudiese tener un parentesco con Lord Cochrane, pero no es así. Por cierto, Julio Verne nombra a -nuestro- Lord Cochrane en el capítulo III de El Archipiélago en Llamas, publicada junto a La Estrella del Sur. Pero eso corresponde a otra historia, que nada tiene que ver con la que ya estamos terminando de relatar.

El regreso de Nellie Bly a New York, el 25 de enero de 1890, fue celebrado en Broadway apoteósicamente. No era para menos: Nellie había tardado 72 días, 6 horas, 11 minutos y 14 segundos en dar la vuelta al mundo!!.

La espectacular noticia llegó por cable a Amiens ese mismo día; y le fue comunicada de inmediato a Julio Verne.

En Francia, un artista, cuyo nombre hoy ya no se conoce, talló magistralmente, en madera de encino de Amiens, un bellísimo mascarón de proa para una embarcación fluvial francesa, en homenaje a esa joven, casi una niña; y a Julio Verne.

La figura tallada a imágen y semejanza de Nellie Bly, resultó de un parecido asombroso. Muchos años después, en un lejano país, la figura lloraría; porque todo aquello que le dió fama un día, cayó en el olvido. Y porque el barco fluvial cuya proa ornó, desapareció del río para siempre. Y, sobre todo, porque allí, en el otro extremo del mundo, aunque muy querida y admirada, la llamaban -quizá también para siempre- con un nombre que no era el suyo: María Celeste.

Por eso lloras, Nellie Bly!


NOTAS
(1) Publicada posteriormente en forma de libro por Editorial Nascimento.
(2) Prof. Alain Sicard. Gran estudioso de la obra y amigo de Neruda. Poitiers, Francia.
(3) Manuel Solimano, `el gran cacciatore'; genovés chileno, gran amigo de Neruda.
(4) Sarita Vial. Poetisa y periodista. Autora de Pablo Neruda en Valparaíso, gran amiga del vate.
(*) ...yo me nutría de Salgari y Julio Verne en Puerto Saavedra (P.Neruda, entrevista BBC Londres).
Principales Obras consultadas:
- Obras Completas de Pablo Neruda. Tomos I -V. (a cargo y con notas del Prof.Hernán Loyola).
- Las Furias y las Penas. Tomos I y II. David Schidlowsky.
- Obras Completas de Julio Verne.
- Mi pequeña historia de Pablo Neruda, Arturo Aldunate Phillips Santiago, Editorial Universitaria, 1979

PABLO NERUDA, JULES VERNE ET LES LARMES DE LA MARIE CÉLESTE


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 «MARIE CÉLESTE»
PHOTO LORENA ORMEÑO, 2019

La maison face à la mer que Pablo Neruda acquit en 1939, qu’il agrandit et décora de divers objets et meubles qu’il avait commencé à réunir là depuis une bonne décade, fut prêtée à la fin de l’année 1951, en cet été qui commençait alors, et confiée aux bons soins d’une personne de confiance connue du poète. Cette personne était – et se devait de l’être- étrangère aux opinions politiques du poète. Cette condition, dans les circonstances de l’époque, était indispensable. Neruda se trouvait hors du Chili ; exilé pour échapper à la persécution d’un apprenti-tyran déjà presque oublié. Sa maison ne pouvait rester fermée longtemps ou sembler abandonnée ; le danger qu’une quelconque nuit elle fût saccagée, brûlée ou détruite, était imminent.
COUVERTURE DU LIVRE
MI PEQUEÑA HISTORIA DE PABLO NERUDA
D'ARTURO ALDUNATE PHILLIPS.


Arturo Aldunate Philips et son épouse Lucia y passèrent les mois de janvier et février 1952. Le paysage côtier leur plut tellement, que ce même été, ils achetèrent un terrain dans le voisinage. Et aussi vite qu’ils le purent, ils commencèrent la construction d’un logement, qu’ils imaginèrent plutôt comme un bateau que comme une maison. Ils l’inaugurèrent fin février 1953, sous le nom de Marie Céleste. Et depuis lors, ce fut le Marie Céleste, si un jour il s’agissait d’un brick. Et la Marie Céleste, si un autre jour, le réveil se faisait en tant que goélette. Tout comme la maison de Neruda, le ou la Marie-Céleste des Aldunate Philips était né(e) en regardant la mer. Mais, comme précisa le poète, en regardant de l’autre pointe de l’île.

C’est ainsi qu’il y a un peu plus d’un demi-siècle, fut construit sur l’Ile Noire un brick-goélette qui n’en était pas un, sur l’autre pointe d’une île qui n’était pas non plus une île et n’avait pas de pointe. Ceci, qui est mais n’est pas- qui peut être ou ne pas être, est la principale caractéristique de ce que nous raconterons ici.

Dans son livre de souvenirs, Ma petite histoire de Pablo Neruda, Aldunate Phillips conte l’histoire des deux maisons. Il raconte comment et pourquoi pendant quarante ans il a maintenu une étroite, loyale et inaltérable amitié avec le poète.

Cette amitié débuta en 1939, quand à son retour de France au Chili, Neruda se mit en quête dans tout Santiago du personnage qui avait entrepris, une paire d’années auparavant, le 26 juin 1936, dans la Posada del Corregidor et dans le cadre des activités de la Société des Amis de l’Art, une discussion intitulée Le nouvel art poétique et Pablo Neruda. C’était lui, Arturo Aldunate Phillips, qui avait entrepris cette discussion couronnée d’un grand succès, reprise peu après sous forme de conférence dans le Salon d’Honneur de l’Université du Chili. (1)

C’était pour cette raison que Pablo Neruda voulait faire sa connaissance personnellement.

Peu après, le poète revint le chercher. Pour cette deuxième fois, il vint lui demander son soutien pour s’occuper des formalités face à don Carlos G. Nascimento au sujet d’un projet éditorial. Il espérait bien évidemment se mettre d’accord sur l’édition d’un livre. Mais il voulait obtenir en plus de l’éditeur, au moment de signer le contrat, une avance immédiate qui lui permît de financer l’achat très urgent d’une maison à moitié construite, vendue entre le port de San Antonio et les plages de Algarrobo. Il s’agissait bien-sûr de celle que nous avons mentionnée, et qui au fur et à mesure des années allait se transformer en sa fameuse maison de l’Île Noire. La maison - et surtout son environnement – avait fasciné Neruda de telle manière qu’il ne voulait perdre l’occasion de l’acheter sous aucun motif. Aldunate Phillips réussit positivement la médiation entre son nouvel ami et don Carlos Nascimento. Il en résulta un accord, dans lequel Aldunate Phillips s’investissait lui-même et qui rendait possible le miracle financier. 30 000 pesos d’avance sur les droits d’édition d’une sélection de poèmes – qui fut finalement éditée en 1943- transformèrent le rêve du poète en réalité. La médiation de l’ingénieur Aldunate Phillips s’était avérée nécessaire non seulement parce que 30 000 pesos représentait une somme non négligeable, mais aussi parce que Don Carlos ne pouvait décider d’aussi extraordinaires conditions pour un livre de poésies, sans compter auparavant avec l’accord de son principal associé, également ingénieur. Ce qui a dû primer pour que celui-ci, collègue de Aldunate – et qui plus est écrivain et éditeur de vocation- fût d’accord sans hésiter, a dû être son sens de l’humour très fin. Raúl Simón, puisqu’il s’appelait ainsi, signait sous le nom de César Cascabel ses célèbres articles humoristiques dans le journal La Nación . De son nom de plume, Raúl Simón rendait hommage à Jules Verne, français comme ses ancêtres. Comme tout bon lecteur de Jules Verne le sait, César Cascabel est le principal protagoniste du roman du même nom (1890). Ceci étant dit comme prétexte pour mentionner une première fois Jules Verne dans cette anti-investigation cascabelienne.

En 1953, une décade après l’apparition de la sélection de poèmes nérudiens qui était à sa charge, le rêve devint réalité, ce rêve de la maison –bateau estivale sur l’Île Noire de l’acteur du prologue de cette édition à la si curieuse gestation. Pourquoi Aldunate Philips donna le nom de Marie Céleste à sa maison n’est pas expliqué dans son livre de souvenirs. Sa lecture qui démontre que Neruda n’assistait ni au baptême ni à l’inauguration, ne laisse pas entrevoir d’indices permettant de soutenir que ce fût le poète qui l’eût suggéré. Tout comme il est possible que ce soit le contraire. Cependant, il est fort probable que la mystérieuse histoire du navire Marie Céleste ait été connue de Neruda, bien avant de savoir que Aldunate Philips avait baptisé sa maison de ce nom. Légendaire depuis le commencement, cette énigmatique histoire – telle celle du Hollandais volant ou du Caleuche chilien- réapparaît sur un mode fantomatique de temps en temps – dans des revues, des journaux et des livres- plus spécialement lorsqu’on commémore quelque date en relation avec elle. Comme personne ne l’ignore, les énigmes de ce type fascinaient Neruda. Sans savoir si c’est pertinent ou non, nous dirons que Neruda écrivit Le fantôme du bateau cargo en 1932, année où l’on célébrait le soixantième anniversaire de l’inexplicable mystère de la Marie-Céleste. Ce cas énigmatique fit beaucoup parler de lui dans tous les ports du monde et donna lieu à de nombreuses spéculations. Dont quelques une d’entre elles faites par des auteurs que Neruda lisait. Tel est le cas de Sir Arthur Conan Doyle qui écrivit sa propre version et solution du mystère en 1884 ; renseignement qu’il convient aussi de mentionner ici, car Neruda date les faits en rapport avec le cargo Marie Céleste en 1882, se basant sur le récit de Conan Doyle. Ce qui est certain, c’est que la véritable histoire eut lieu dix ans auparavant. Il est aisé de trouver dans les mémoires de Neruda davantage de preuves quant à son intérêt pour ce grand mystère. Pareil sur l’Île Noire. C’est là que se trouve la belle et célèbre figure de proue qui porte ce nom. Il existe aussi des preuves de plus petit volume qui sont mises en bouteilles hermétiquement scellées : les bateaux en modèles réduits. Avant de continuer et pour mieux comprendre ce que nous présenterons ensuite, nous mentionnerons deux renseignements journalistiques datés de novembre 1922. L’un rappela dans divers hebdomadaires de l’époque qu’un demi-siècle s’était écoulé depuis que la Marie Céleste avait quitté le port de New York le 7 novembre 1872. Peu de jours après, en haute mer, le capitaine, sa femme et sa fille, ainsi que tous les membres de l’équipage disparaissaient mystérieusement du navire ; inexplicablement et sans laisser aucune trace.

Et l’autre que le 14 novembre 1889 la jeune journaliste Nellie Bly avait entrepris son sensationnel voyage autour du monde, elle aussi au départ de New York. Le motif pour rappeler ce fameux voyage de Nellie Bly à la une des nouvelles de 1922, était que la pionnière en vue du journalisme féminin était décédée cette même année. Il ne manquait encore qu’une décade pour arriver dans le vingtième siècle, Nellie Bly fit le tour du monde en 72 jours, surpassant, en chair et en os – et surtout en os, car elle revint à son point de départ avec une fracture du pied- le record de Philéas Fogg et son valet Passe-Partout, personnages fameux du non moins fameux Jules Verne ; auteur que nous mentionnons ici pour la deuxième fois, et ce ne sera pas la dernière.

Ceci dit, reprenons le fil en relatant une anecdote que conte Aldunate Philips dans sa petite histoire de Pablo Neruda. Il s’agit là –dans le grand recueil des anecdotes nérudiennes- d’une de celles que lui seul a racontées.

Arturo Aldunate Phillips se souvient que bien des années après la construction de sa maison – il ne cite pas de date exacte, mais comme dans son texte il existe clairement un avant et un après cinquième anniversaire de sa Marie Céleste, célébré en 1958, on peut en déduire que ce fut un peu avant – Pablo Neruda l’invita pour lui montrer une figure de proue qu’il avait ajoutée à sa collection. C’était, dit-il, la belle image sculptée en bois d’une jeune femme dont le visage ressemblait à celui de Lucía, son épouse.

Le poète appelait cette figure Marie Céleste, lui expliquant que lorsqu’il l’avait ainsi baptisée, il ignorait que sa maison-navire possédait le même nom. Considérant qu’il serait logique que celle-ci passât de ce fait en son pouvoir, Neruda lui aurait offert de la lui céder en échange d’un cadre qu’il possédait : une huile symbolique, appelée Les attributs de l’homme, cadre pour lequel le poète avait déjà manifesté antérieurement un grand intérêt. L’histoire se perd dans des détails de décès et d’héritages. Mais en résumé, on ne parvint pas à cette occasion à un accord sur l’échange du cadre contre la figure de proue et chacun garda son bien.

« JENNY LIND »
PHOTO LORENA ORMEÑO, 2019
Sans mettre en doute ce que relate Arturo Aldunate Phillips dans son livre, nous soutenons nous aussi, sans aucun doute, qu’il doit s’être agi d’une autre figure, et non pas de l’énigmatique, connue et admirée, de la plus belle de toutes les figures de proue, celle qui s’appelait Marie Céleste dans la collection nérudienne. Cela ne peut faire aucun doute pour personne. Car notre affirmation a un argument très fort, qui saute aux yeux en regardant simplement l’illustration de la couverture du livre de Aldunate Phillips. La photo de la figure de proue qu’il identifie là comme étant Marie-Céleste – et qu’il reproduit page 160- permet de vérifier immédiatement qu’il ne s’agit pas d’elle. La figure qu’il identifie comme étant Marie Céleste est Jenny Lind, le rossignol de Suède, l’amoureuse de Hans Christian Andersen.

Pourquoi cette confusion ? Ah, mystères nérudiens. L’évidente ressemblance des traits de Lucía de Aldunate avec ceux de cette figure, et on penserait d’ailleurs à tort qu’ils eussent été sculptés ainsi exprés- est un fait étrange et curieux qui ne dut pas échapper à l’observation du poète. Ce qui expliquerait pourquoi Neruda était disposé à la céder en échange du cadre. Celle-là, appelons-la pour l’instant «l’ authentique » Marie Céleste,- nous verrons qu’il ne possédait pas encore- il ne l’aurait échangée pour aucun trésor au monde.

Existerait-il la possibilité que la véritable Marie-Céleste fût celle avec laquelle Arturo Aldunate Phillips illustra en 1979 la couverture de sa petite histoire, c’est-à-dire Lucía (Jenny Lind) ? À cette question, on ne peut répondre qu’avec un non catégorique. Un non, valable pour le moins à partir du début des années soixante. Car dans Une maison dans le sable, éditée en 1966 à Barcelone, la Marie Céleste dont le portrait apparaît dans toute sa splendeur est celle que nous connaissons sous ce nom : la figure de proue la plus aimée et à l’histoire la plus relatée de toute la collection du poète. Voici ce qu’il dit, dans son propre livre, bien antérieur à celui de Aldunate Phillips :

« Alain (2) et moi l’avons tirée du marché aux puces où elle gisait sous sept couches d’oubli. En fait on avait du mal à la distinguer parmi les lits démantibulés et les ferrailles tordues. Nous l’avons portée jusqu’à la voiture d’Alain, attachée au-dessus, et ensuite dans une caisse, avec beaucoup de retard, elle est arrivée à Puerto San Antonio. Solimano (3) la sauva de la douane, intacte, et me l’apporta jusqu’à l’Île Noire. Mais moi je l’avais oubliée. Peut-être bien que je conservais le souvenir de cette apparition poussiéreuse parmi la ferraille. C’est seulement lorsque nous défîmes la petite caisse que nous sentîmes l’étonnement de son impondérable présence.

Elle était faite en bois sombre et était si parfaitement douce ! Le vent l’emporte en soulevant sa tunique ! Et à la naissance de ses seins, une broche sauvegarde son décolleté. Elle a deux yeux anxieux et la tête offerte au vent du large. Pendant le long hiver sur l’Île Noire, quelques larmes mystérieuses coulent de ses yeux de cristal et restent sur ses joues, sans choir. La concentration de l’humidité, disent les sceptiques. Un miracle, dis-je avec respect.

Je n’essuie pas ses larmes, qui sont peu nombreuses, mais qui brillent tels des topazes sur son visage. Je ne les essuie pas, car je me suis habitué à ses pleurs cachés et tus, comme si on ne devait pas les remarquer. Passent ensuite les mois froids, arrive le soleil et la Marie Céleste sourit, tendre comme le printemps. Mais, pourquoi pleure t-elle ?

Dans J’avoue que j’ai vécu, il ajoute :

« J’ai des figures de proue masculines et féminines. La plus petite et la plus délicieuse, que Salvador Allende a tenté à plusieurs reprises de m’arracher, s’appelle Marie Céleste. Elle a appartenu à un navire français, de taille moyenne, qui sans doute n’a pas navigué, si ce n’est sur les eaux de la Seine. Elle est de couleur sombre, sculptée en coin ; et depuis tant d’années, elle s’est obscurcie définitivement. C’est une petite femme qui semble voler sur les forces du vent sculptées dans de beaux habits Second Empire.

Au-dessus des fossettes de ses joues, ses yeux de faïence regardent l’horizon. Et même si cela semble étrange, ces yeux pleurent durant tout l’hiver, tous les ans. Personne ne peut l’expliquer. Il se peut que le bois brun recueille une certaine humidité par imprégnation. Mais ce qui est certain, c’est que ces yeux français pleurent en hiver, et que je vois chaque année les précieuses larmes couler sur le petit visage de Marie Céleste. »

Et il insiste dans Je suis né pour naître, regardant peut-être une photographie qui apparaît en 1964 dans Génie et figure de Pablo Neruda (Margarita Aguirre) «... de cette longue caisse pareille à un cercueil sort un doux visage de femme, de hauts seins en bois qui coupèrent le vent, des mains imprégnées de musique et de saumure. C’est une figure de femme, une figure de proue. Je la baptise Marie Céleste, car elle porte en elle le mystère d’une embarcation perdue. J’ai trouvé cette radieuse beauté dans un bric à brac de Paris, ensevelie sous de la ferraille désuète, défigurée par l’abandon, cachée sous de sépulcrales guenilles de faubourg. Située maintenant en hauteur, elle navigue à nouveau vive et fraîche. Chaque matin, ses joues se couvrent de mystérieux pleurs ou larmes marines. »
Ces larmes, sa phrase : « je la baptise Marie Céleste, car elle porte en elle le mystère d’une embarcation perdue » , et un paragraphe d’un de ses articles paru en 1966 dans la revue « Ercilla », et ensuite dans J’avoue que j’ai vécu : « Le maître Hollander me fit également un grand plaisir en effectuant pour moi deux versions de la Marie Céleste qui depuis 1882 est devenue la reine , le mystère des mystères », nous ont incités à faire une anti-investigation de ces énigmes, mais surtout de ces larmes…

Le fait que nous connaissions en partie l’histoire du bateau et la version romancée par Conan Doyle eut également une influence. Et aussi parce que nous connaissions le maître Hollander. Nous parlerons d’abord de celui-ci, en nous remémorant d’agréables souvenirs à la manière de Aldunate Phillips :

Au sud de Concepción, après avoir traversé le Bío Bío et continué jusqu’à la Zone du Charbon, dans le golfe de Arauco, au bord de la mer, entre Lota et Schwager, on trouve la ville de Coronel. Là, dans la rue Los Carrera au numéro 254 vécut jusqu’au début des années 60 le peintre don Tulio García París avec son épouse madame Norma Albisini – assistante sociale pour les mineurs de charbon- une fille et un fils. Ce dernier fut le compagnon d’études de l’auteur de ces lignes à l’université de Concepción. La maison des García Albisini fut une de celles, peu nombreuses dans cette paisible rue Los Carrera, à ne pas être endommagée lors du tremblement de terre de mai 1960.

Ceci permit que les cadres du peintre, ses dessins, ses livres et ses objets, qui étaient en grand nombre dans cette maison, fussent sauvés du cataclysme, comme si ou rien ou presque s’était passé. A la grande joie de Don Tulio, dont l’intérêt pour tous les aspects de la culture était- et est puisqu’il est toujours vivant- inépuisable. Pendant de nombreuses années, il représenta, à Coronel et dans toute la zone, l’intellectualité de son parti, et ce de manière inégalée. L’importance politico-sociale de la Zone du Charbon rendait possible les visites de personnalités à Coronel. Juste à côté de la maison de Don Tulio, dans une grande bâtisse qui bien des années auparavant se nommait Hotel La Bomba et qui avait souffert des conséquences du séisme de si mauvaise manière qu’il fallut ensuite l’abattre, se trouvait le bar-restaurant Hidalgo, appartenant à un républicain espagnol à la grande activité politique. Le grand peintre mexicain Diego Rivera, le poète Pablo de Rokha et d’autres gens intéressants fréquentèrent ce bar qui n’existe plus. Pablo Neruda s’y trouva à plusieurs reprises. Une fois, il se fit accompagner par Don Tulio García jusqu’à une modeste demeure située à environ 800 mètres du bar, dans une étroite ruelle au sable tassé au rouleau qui, sans en être la continuation à la limite sud de Coronel, était une sorte de prolongation piétonnière de la rue Los Carrera. Aux fenêtres de cette maisonnette, qui servaient de vitrines, s’exposaient pour la vente quelques objets faits manuellement qui ravissaient le poète : les bateaux que construisait don Carlos Hollander avec une incroyable maîtrise à l’intérieur de bouteilles. Nous y vîmes une fois le maître.

Neruda acheta toute une flottille au maître Hollander. Et comme ils conversaient à chaque visite, un jour, il résuma tout ce qu’il savait à son sujet et écrivit un article qu’il publia dans un journal à fort tirage ; le poète présenta don Carlos à tout le Chili. De plus, il lui passa un jour une double commande : construire un bateau très spécial, la Marie-Céleste, deux fois. Pour quel motif et dans quel but voulait-il posséder la Marie Céleste en double version ? Neruda ne donna aucune explication. Et personne ne lui posa jamais la question. Don Tulio non plus. Peut-être fût-ce pour changer l’une par l’autre vue par ici. Mais si tel fut le cas, le troc ne se réalisa pas. Les deux bouteilles identiques sont à l’Île Noire. On pourrait dire que, mise en bouteille ou sculptée, la Marie Céleste ne se changeait pas de but en blanc. Don Carlos Hollander construisit deux fois la miniature à l’intérieur d’une bouteille, sans savoir si elle était ressemblante à l’original.

Car ne disposant pas de photo ou d’autres renseignements graphiques, il dut s’en tenir aux descriptions. Réussissant à réaliser en trois dimensions des miniatures pour qu’on les vît de la même manière qu’on voyait probablement la Marie Céleste du grand mystère de la mer.. La même chose concernant une gravure connue depuis plusieurs décades. Ainsi que pour des timbres émis par Gibraltar montrant son image supposée. Ainsi reproduite, il s’agit et il ne s’agit pas de la Marie Céleste. A Gibraltar, on examina le navire. Il s’agissait d’examens qui prétendaient tirer au clair des aspects judiciaires et criminels et que l’on fit minutieusement figurer par écrit au protocole. Le navire y est décrit de proue en poupe, de babord à tribord. Dans ces protocoles, il n’est fait aucunement mention que la proue ait été décorée d’une figure. C’est-à-dire qu’elle manquait d’ornements de ce genre.

Ceci ne doit pas nous faire penser que Pablo Neruda eût assuré le contraire. Ou qu’il eût prétendu faire croire qu’il possédât dans sa collection la figure de proue de ce navire-là. Rien de tout cela. Dans les paragraphes cités précédemment, il est très clair qu’il découvrit une figurine en bois dans une brocante parisienne du marché aux puces et qu’il pensa – il se peut que le commerçant qui la lui vendit le lui eût dit ainsi- qu’elle avait décoré, aux temps passés, la proue d’un navire fluvial sur la Seine, un bateau disparu à tout jamais. Peut-être fût-ce cela qui l’intéressa le plus. Les navires fluviaux ont une importance dans la biographie du poète : c’est à bord de l’un d’entre eux qu’il découvrit la mer.

De Carahue à Puerto Saavedra, Neruda navigua avant d’être Neruda. Et après aussi.

C’étaient des embarcations qui manquaient de figures de proue, mais qui avaient des yeux. Le Saturne par exemple dévorait de ses yeux de proue l’adolescent maigrelet et rêveur qui attendait anxieusement sur le quai, des lettres qui peut-être avaient embarqué. Et si ce n’était pas le Saturne, c’était le Cautín, ou le Naguilán, ou l’Etoile du Sud. Mais le Saturne était celui qui l’hypnotisait de ses yeux. Et il ne l’oublia jamais, même s’il n’y a guère de preuves. Après le tremblement de terre de 1939, la navigation fluviale sur le río Imperial, de Carahue à Puerto Saavedra se réduisit au minimum, pour ensuite disparaître avec tous ses bateaux. Y compris l’Etoile du Sud disparut. Cela ne lui servit à rien de porter le nom d’un livre que Neftalí Reyes, ou Pablo Neruda, lut un été à Puerto Saavedra* : L’Etoile du Sud de Jules Verne.

Revenons à ce qui nous occupait : à la figure de proue appelée Marie Céleste. Sarita Vial et Alain Sicard sont d’accord pour signaler que cette figure en bois découverte à Paris, avait dû arriver à l’Île Noire au début des années soixante. Alain Sicard, très aimable comme à son habitude, confirme ce que dit Neruda dans Une maison dans le sable et répond à notre question quant à « sa voiture » , il s’agissait en fait d’un Renault 4 x 4 d’alors, rien moins que luxueux, mais commode pour ce genre de nécessités. Sarita, de son côté, tout aussi sympathique, nous raconte que, très fièrement, Neruda lui présenta la toute nouvelle arrivée Marie Céleste à l’Île Noire, qui occupa immédiatement une place spéciale dans sa maison. Personne ne sait comment s’appelait en France la figurine de bois sombre et aux yeux de porcelaine qui pleurent parfois. Le fait est que Neruda la baptisa – ou la rebaptisa- Marie Céleste à l’Île Noire.. Sans que cela signifie que le bateau voué à la démolition, dont on avait démonté la figure de proue qui après je ne sais quelles péripéties vint à se retrouver sur le marché aux puces de Paris et de là au Chili, se soit également appelé Marie Céleste. Pas plus que la figurine de sa collection qui (après s’être appelée Marie Céleste ?) porte le nom de Jenny Lind, appartint au navire du même nom. Le poète prit la licence poétique de la nommer ainsi, même si elle n’avait pas grand-chose en commun avec la célèbre soprano dont Hans Christian Andersen tomba éperdument amoureux. La figure de proue authentique, faite à l’image et à la ressemblance de Jenny Lind, le rossignol de Suède, existe. Oui, elle existe , et elle est bien à l’abri dans un musée qui n’est pas celui de l’Île Noire. Neruda devait le savoir, mais comme poète, il avait la liberté de baptiser et rebaptiser ses jouets, ses maisons, ses amours, etc, comme bon lui semblait, et selon son envie ludique et poétique. Nous pensons ne pas nous tromper en disant, par exemple, que s’il a baptisé l’Île Noire « Île Noire », cela est dû au fait que lorsqu’il visita pour la première fois l’endroit, ce qui le fascina plus que la maison plus, ce fut le site, qui lui rappelait terriblement un lieu d’où, quelques années auparavant, en Orient, tel Sandokan à Mompracem, il voyait l’île de Sumatra. Dans l’une des lettres qu’il envoya de là-bas à Eandi, il appelle Sumatra « l’Île Noire ».

A force de divaguer et d’élucubrer sur telle ou telle chose, ainsi que de consulter telle et telle source d’information et d’imagination, nous ne nous sommes rendus compte qu’à la mi-novembre que l’année 2005 touchait à sa fin. Ce qui rendit le sujet urgent. Car 2005 était l’année Jules Verne ! Il fallut donc écrire et publier, dans ce qu’il restait de l’année, ceci que le patient lecteur est en train de lire.

Nous révélerons donc pour terminer ce que veut dire ceci. Mesdames et messieurs, ajoutant ce témoignage aux hommages rendus à Jules Verne, à l’occasion du centenaire 1828-1905 / 2005, nous allons faire connaître le nom original de la belle figure en bois que Pablo Neruda, lorsqu’il la sortit de la caisse dans laquelle elle avait traversé les mers pour accomplir son destin à l’Île Noire, rebaptisa du nom de Marie Céleste. Nous ne nous étendrons pas sur des détails en rapport avec les méthodes employées pour mener à bon terme cette anti-investigation digne de Sherlock Holmes. Le temps presse, et la preuve graphique, argument frappant que nous fournirons, parle d’elle-même.

La figure de proue nérudienne d’une embarcation de la Seine, qui dans la collection de l’Île Noire se nomme Marie Céleste, portait en France le nom d’une jeune et jolie dame – en plus d’être courageuse- qui rendit visite un jour à Jules Verne, dans sa maison d’Amiens, pour lui faire part du voyage qu’elle était en train d’effectuer autour du monde, à l’égal de Phileas Fogg, tout à fait certaine de pouvoir le faire seule et en moins de quatre-vingts jours. Et parce qu’elle le réussit effectivement, elle devint très célèbre à son époque, même si aujourd’hui presque plus personne ne se souvient de son extraordinaire aventure..De son nom, on baptisa des locomotives, des bateaux, des voitures et autres moyens de transport : Nellie Bly. Ce nom, tiré d’une chanson du populaire auteur de Oh Susanna dont peu se souviennent également, était le nom de plume d’Elisabeth Cochrane, toute jeune journaliste au New York World, le fameux journal de Joseph Pulitzer.

Son nom de famille laisse penser à une possible parenté entre Nellie Bly et Lord Cochrane, mais il n’en est rien. Certes, Jules Verne mentionne « notre » lord Cochrane au chapitre III de l’Archipel en feu, publié conjointement avec l’Etoile du Sud. Mais ceci correspond à une autre histoire qui n’a rien à voir avec celle que nous finissons de relater.

Le retour de Nellie Bly à New York, le 25 janvier 1890, fut célébré en apothéose à Broadway. Ce n’était pas pour rien : Nellie avait mis 72 jours, 6 heures, 11 minutes et 14 secondes pour faire le tour du monde !!
La spectaculaire nouvelle arriva à Amiens par câble le jour même et fut immédiatement communiquée à Jules Verne.

En France, un artiste dont le nom est oublié aujourd’hui, sculpta magistralement dans une pièce de bois de chêne d’Amiens, une superbe figure de proue pour une embarcation fluviale française, en hommage à cette toute jeune femme, quasi enfant, et à Jules Verne.

La figure sculptée à l’image et à la ressemblance de Nellie Bly est d’une étonnante fidélité. Bien des années plus tard, dans un pays lointain, cette figure pleurerait, car tout ce qui lui donna forme un jour, tomba dans l’oubli. Et parce que le bateau fluvial dont elle ornait la proue, disparut dans le fleuve à tout jamais. Et surtout, parce que là-bas, à l’autre bout du monde, même tant aimée et admirée, on l’appelait – et pour toujours peut-être – d’un nom qui n’était pas le sien : Marie Céleste.

C’est pour cela que tu pleures, Nellie Bly !

© Enrique Robertson Décembre 2005 
Traduction   Nicole Pottier

NOTES

(1) Publiée ultérieurement sous forme de livre par Editorial Nascimento.
(2) Prof. Alain Sicard. Grand érudit de l’œuvre et ami de Neruda. Poitiers, Francia.
(3) Manuel Solimano, `el gran cacciatore'; genevois chilien, grand ami de Neruda.
(4) Sarita Vial. Poétesse y journaliste. Auteur de Pablo Neruda en Valparaíso, grande amie du poète.
(*) ...je me nourrissais de Salgari et Jules Verne à Puerto Saavedra (P.Neruda, entrevue BBC Londres).
Principales Oeuvres consultées:
- Obras Completas de Pablo Neruda. Tomos I -V. (a cargo y con notas del Prof.Hernán Loyola).
- Las Furias y las Penas. Tomos I y II. David Schidlowsky.
- Obras Completas de Julio Verne.
- Mi pequeña historia de Pablo Neruda, Arturo Aldunate Phillips Santiago, Editorial Universitaria, 1979

samedi 27 novembre 2010

« HOMMAGE À PABLO NERUDA – LA POÉSIE VINT ME CHERCHER »

Découvrir, mieux connaître ou entrer dans l'univers de Pablo Neruda ...

Engagée depuis de nombreuses années dans la diffusion d'œuvres poétiques, l'association Aïxos propose ainsi un dialogue fécond entre texte et musique par la mise en scène et en musique de l'oeuvre de Pablo Neruda. 

Ce spectacle a été créé lors du Printemps de la Poésie 2009, dans le cadre d'une année consacrée au tango et à la danse par l'Ecole Municipale de Musique et la ville de Concarneau.


Interprétation des textes : Dominique Dieterle / Piano : Elizabeth Pichavant 



5 décembre 2010 à 15h
Auditorium / Médiathèque des Ursulines

samedi 13 novembre 2010

НЕРУДА, ПАБЛО


Неруда, Пабло 1953

Па́бло Неру́да (исп. Pablo Neruda — псевдоним, принятый в качестве основного имени; имя, данное при рождении: Рика́рдо Элиэ́сер Нефтали́ Ре́йес Басоа́льто, исп. Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto) (12 июля 1904—23 сентября 1973) — чилийский поэт, дипломат и политический деятель, сенатор республики Чили, член Центрального комитета Коммунистической партии Чили. Лауреат Международной Сталинской премии «За укрепление мира между народами (1953) и Нобелевской премии по литературе (1971).

jeudi 11 novembre 2010

巴勃罗·聂鲁达


巴勃罗·聂鲁达
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帕布罗·聂鲁达

勃罗·聂鲁达(Pablo Neruda,1904年7月12日-1973年9月23日),原名內夫塔利·里卡多·雷耶斯·巴索阿尔托(Neftali Ricardo Reyes Basoalto),当代智利诗人,1971年诺贝尔文学奖获得者。
目录

[编辑] 早年

聂鲁达出生于智利中部的小镇帕拉尔(Parral),父亲(José del Carmen Reyes Morales)是一位铁路工人,母亲(Rosa Basoalto de Reyes)是一名小学教师。聂鲁达出生不久,他的母亲因严重的肺结核去世,两岁时聂鲁达随父亲搬迁至特穆科(Temuco)城,在那里,他的父亲与一位女士(Candia Marvedre)结婚。聂鲁达很爱他的继母,在他以后的诗作中有很多篇幅是献给这位母亲的。

聂鲁达10岁时就开始写作诗歌,1916年他遇到其生命中第一位启蒙老师,智利诗人加夫列拉·米斯特拉尔(Gabriela Mistral),加夫列拉在聂鲁达的文学创作上给了他很多鼓励,1971年,当聂鲁达获诺贝尔文学奖时,他表示这个奖应该属于加夫列拉。13岁时,聂鲁达在《明日》(La Mañana)杂志上刊登了其第一篇文章。1920年,聂鲁达开始在塞尔瓦奥斯塔尔杂志上刊登短文和诗,为了避免引起父亲的不满,他以自己仰慕的捷克诗人扬·聂鲁达(Jan Neruda)的姓氏为自己取了笔名“聂鲁达”。4年后,聂鲁达凭借诗集《二十首情詩和一首绝望的歌》(Veinte poemas de amor y una canción desesperada)赢得了巨大的声誉。
[编辑] 外事生涯

1927年,23岁的聂鲁达被智利政府委派出任驻缅甸领事,之后的8年里他先后到过锡兰、爪哇、新加坡、布宜诺斯艾利斯、巴塞罗那以及马德里。这期间,聂鲁达出版了《热情的投掷手》(El hondero entusiasta)和《土地的居民》(Residencia en la tierra),这两部诗集中蕴含着一种突破,不仅在写作技巧上,更是在思想上。西班牙内战爆发,聂鲁达的一位朋友,西班牙诗人,洛尔卡(García Lorca)被谋杀,这两件事情很深的影响了聂鲁达致使他投身于民主运动的事业中。当聂鲁达被委派出使法国的时期,他帮助了大量西班牙难民前往智利定居。1942年,聂鲁达写长诗赞扬苏联红军在斯大林格勒的战斗,同年,他加入共产党。
[编辑] 流亡生活

1945年,聂鲁达当选议员,他公开反对总统魏德拉(González Videla)以及被右翼极端分子控制的智利政府,也因此被驱逐出国,他在智利躲了两年后1949年逃往墨西哥。期间,聂鲁达前往苏联,在那里他受到了热烈的欢迎。在聂鲁达放逐生活的后半段,他住在意大利靠近海边的一个小镇上,在那里他每天到海边听海的声音,写诗。
[编辑] 晚期

当反对魏德拉势力的战斗在智利国内取得胜利,对左翼分子拘捕的命令撤销后,聂鲁达回到久别的智利。1953年,聂鲁达获斯大林奖,当时的苏联文坛形势紧张,政府在思想上实行独裁,《日瓦戈医生》的作者帕斯捷尔纳克被打上反动的标志驱逐。聂鲁达在他1958年的选集《放纵》(Estravagario)中反思了他的马克思主义理想。1957年,其在布宜诺斯艾利斯访问期间被捕。此后,聂鲁达开始旅行,他去了古巴和美国,1970年当萨尔瓦多·阿连德当选总统后,聂鲁达被任命为智利驻法国的大使。1973年9月23日,因为白血病,聂鲁达逝世。他逝世前不久,智利发生政变,阿连德死于政变,聂鲁达在智利的两处住所被洗劫一空。
[编辑] 个人生活

聂鲁达的一生有两个主题,一个是政治,另一个是爱情。他早期的爱情诗集《二十首情歌和一首绝望的歌》被认为是他最著名的作品之一。1930年,聂鲁达在爪哇与荷兰人玛丽亚·哈根纳尔(María Antonieta Hagenaar)结婚,他们在思想上有着很大的差别,9年后,两个人离婚。此后,聂鲁达与一位法国姑娘相处了一段时间。1943年,聂鲁达娶了他的第二任妻子,阿根廷画家卡瑞尔(Delia del Carril),1955年离异。几年后,聂鲁达遇到了他此生的挚爱,智利女歌唱家乌鲁提亚(Matilde Urrutia),1960年,聂鲁达将《一百首爱情十四行诗》(Cien Sonetos De Amor)献给乌鲁提亚,他认为乌鲁提亚跟他最像,他们都是智利这块土地上的孩子,乌鲁提亚是他的爱,是他的灵感。他们1966年结婚,婚后的生活幸福。
[编辑] 参见

* 西班牙语诗人

[编辑] 漢語譯介
[编辑] 聶魯達在中國大陆

中國譯介聶魯達詩的第一人是袁水拍(從英語譯本轉譯),從西班牙語原文直譯聶魯達詩的第1人是王央樂,其他譯者還有王永年、張廣森(筆名林之木)、趙振江、陳用儀(筆名亦咸)等。

林光從原文譯出聶魯達回憶錄《回首話滄桑》。
[编辑] 聶魯達在台灣

1970年代末到1980年代初,台灣的陳黎(原名陳膺文)和張芬齡(陳黎的愛人)2位中學英語教師據西英對照本譯出許多聶魯達詩(2人大學時在英語專業以外,也學習了西班牙語),是台灣首度譯介聶魯達。

台灣中央研究院社會學研究所的李宗榮另譯有《20首情歌與1首絕望的歌》。
[编辑] 参考资料

Pablo Neruda lu en scène

autour de la culture hispanique (conférence dansée sur le flamenco, soirée de découverte de la littérature hispanophone, ateliers de fabrication d'éventails pour les enfants...). La compagnie du théâtre du reflet basée à côté de Nantes a donné à écouter un choix de textes en espagnol et en français du poète chilien Pablo Neruda.

lundi 8 novembre 2010

IN MEMORIAM D’ELLA BRAGUINSKAYA

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COUVERTURE RUSSE DU LIVRE J'AVOUE QUE J'AI VÉCU, LES MÉMOIRES DE NERUDA, 
TRADUCTION DE LIUDMILA SINYANSKAYA ET ELLA BRAGINSKAYA

Ella Vladimirovna Braguinskaya est née le Jour de l'an de 1926 à Moscou, et a obtenu son Diplôme de traductrice en 1954 à l'Institut Pédagogique de Langues Étrangères (aujourd’hui l'Université d’État de Linguistique de Moscou).

Elle a travaillé de 1957 à 1983 à la Bibliothèque de littérature étrangère Margarita Ivanovna Rudomino et fut pendant des nombreuses années membre de l'Union d'Écrivains de Russie.
Ella Braguinskaya fut une amie très proche de Pablo Neruda et de son épouse Matilde Urrutia, qu'elle accompagnait durant leurs visites en Union soviétique. Elle fut aussi l’amie de plusieurs écrivains et intellectuels chiliens tels que Francisco Coloane, Diego Muñoz, Juvencio Valle et Volodia Teitelboim, et elle a visité le Chili durant les années 60.


L’écrivain chilien José Miguel Varas, qui l’a fréquentée pendant ses années d’exil à Moscou, a déjà commenté sa cordialité et sa très grande culture, ainsi que son remarquable sens de l'humour.


En 2002, la traductrice reçut des mains du Président chilien Ricardo Lagos l’Ordre Gabriela Mistral, la plus haute récompense chilienne octroyée aux personnalités s’ayant distingué dans le domaine de l'éducation, la culture et le développement de l’enseignement.


En 2005 elle reçut aussi du gouvernement espagnol le Diplôme d’honneur Don Quichotte de la culture hispanique.


Ella Braguinskaya était une des plus importantes traductrices de l'espagnol en Russie, et elle était l’amie de nombreux intellectuels hispanophones. Ella jouissait d’une grande renommée dans les cercles littéraires russes grâce à ses brillantes traductions des oeuvres de Gabriel García Márquez, Julio Cortázar, Jorge Luis Borges, Gabriela Mistral, Rafael Alberti, Pablo Neruda et de beaucoup d'autres romanciers et poètes espagnols et latino-américains.


Ella Vladimirovna Braguinskaya a été inhumée le 4 juin 2010 dans le cimetière Vvedenski, suite à une messe à l'église Saint-Pierre-et-Saint-Paul à Lefortovo, ancien arrondissement du sud-est de Moscou.