a los umbrales de una soledad
abro los ojos y los lleno
de la dulzura de su paz.
(...)
Yo encuentro en las quietudes de las cosa
un canto enorme y mudo.
Y volviendo los ojos hacia el cielo
encuentro en los temblores de las nubes,
en el ave que pasa y en el viento
la gran dulzura de la mansedumbre.
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