Qué hermoso el Sena, río abundante
con sus árboles cenicientos,
con sus torres y sus agujas.
Y yo qué vengo a hacer aquí?
Todo es más bello que una rosa,
una rosa descabellada,
una rosa desfalleciente.
Es crepuscular esta tierra,
el atardecer y la aurora
son las dos naves del río,
y pasan y se entrecruzan
sin saludarse, indiferentes,
porque hace mil veces mil años
se conocieron y se amaron.
Hace ya demasiado tiempo.
Se arrugó la piedra y crecieron
las catedrales amarillas,
las usinas extravagantes,
y ahora el otoño devora cielo,
se nutre de nubes y de humo,
se establece como un rey negro
en un litoral vaporoso.
No hay tarde más dulce en el mundo.
Todo se recogió a tiempo,
el color brusco, el vago grito,
se quedó sólo la neblina
y la luz envuelta en los árboles
se puso su vestido verde.
Tengo tanto que hacer en Chile,
me esperan Salinas y Laura,
a todos debo algo en mi patria,
y a esta hora esta la mesa puesta
esperándome en cada casa,
otros me aguardan para herirme,
y además son aquellos árboles
de follaje ferruginoso
los que conocen mis desdichas,
mi felicidad, mis dolores,
aquellas alas son las mías,
ésa es el agua que yo quiero,
el mar pesado como piedra,
más alto que estos edificios,
duro y azul como una estrella.
Y yo qué vengo a hacer aquí?
Cómo llegué por estos lados?
Tengo que estar donde me llaman
para bautizar los cimientos,
para mezclar arena y hombre,
tocar las palas y la tierra
porque tenemos que hacerlo todo
allí en la tierra en que nacimos,
tenemos que fundar la patria,
el canto, el pan y la alegría,
tenemos que limpiar el honor
como las uñas de una reina
y así flotarán en el viento
las banderas purificadas
sobre las torres cristalinas.
Adiós, otoño de París,
navío azul, mar amoroso,
adiós ríos, puentes, adiós
pan crepitante y fragante,
profundo y suave vino, adiós
y adiós, amigos que me amaron,
me voy cantando por los mares
y vuelvo a respirar raíces.
Mi dirección es vaga, vivo
en alta mar y en alta tierra;
mi ciudad es la geografía;
la calle se llama «Me Voy»,
el número «Para No Volver».
con sus árboles cenicientos,
con sus torres y sus agujas.
Y yo qué vengo a hacer aquí?
Todo es más bello que una rosa,
una rosa descabellada,
una rosa desfalleciente.
Es crepuscular esta tierra,
el atardecer y la aurora
son las dos naves del río,
y pasan y se entrecruzan
sin saludarse, indiferentes,
porque hace mil veces mil años
se conocieron y se amaron.
Hace ya demasiado tiempo.
Se arrugó la piedra y crecieron
las catedrales amarillas,
las usinas extravagantes,
y ahora el otoño devora cielo,
se nutre de nubes y de humo,
se establece como un rey negro
en un litoral vaporoso.
No hay tarde más dulce en el mundo.
Todo se recogió a tiempo,
el color brusco, el vago grito,
se quedó sólo la neblina
y la luz envuelta en los árboles
se puso su vestido verde.
Tengo tanto que hacer en Chile,
me esperan Salinas y Laura,
a todos debo algo en mi patria,
y a esta hora esta la mesa puesta
esperándome en cada casa,
otros me aguardan para herirme,
y además son aquellos árboles
de follaje ferruginoso
los que conocen mis desdichas,
mi felicidad, mis dolores,
aquellas alas son las mías,
ésa es el agua que yo quiero,
el mar pesado como piedra,
más alto que estos edificios,
duro y azul como una estrella.
Y yo qué vengo a hacer aquí?
Cómo llegué por estos lados?
Tengo que estar donde me llaman
para bautizar los cimientos,
para mezclar arena y hombre,
tocar las palas y la tierra
porque tenemos que hacerlo todo
allí en la tierra en que nacimos,
tenemos que fundar la patria,
el canto, el pan y la alegría,
tenemos que limpiar el honor
como las uñas de una reina
y así flotarán en el viento
las banderas purificadas
sobre las torres cristalinas.
Adiós, otoño de París,
navío azul, mar amoroso,
adiós ríos, puentes, adiós
pan crepitante y fragante,
profundo y suave vino, adiós
y adiós, amigos que me amaron,
me voy cantando por los mares
y vuelvo a respirar raíces.
Mi dirección es vaga, vivo
en alta mar y en alta tierra;
mi ciudad es la geografía;
la calle se llama «Me Voy»,
el número «Para No Volver».
Pablo Neruda, Estravagario. Buenos Aires, Losada, 1958.
como me desespera este poema. acabo de volver del otoño de parís y hay un pedazo de mi alma en el sena que nunca más voy a recuperar
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