lundi 10 juin 2013

LA CARTA EN EL CAMINO

Adiós, pero conmigo 
serás, irás adentro
de una gota de sangre que circule en mis venas
o fuera, beso que me abrasa el rostro 
o cinturón de fuego en mi cintura. 
Dulce mía, recibe
el gran amor que salió de mi vida 
y que en ti no encontraba territorio 
como el explorador perdido
en las islas del pan y de la miel. 
Yo te encontré después 
de la tormenta, 
la lluvia lavó el aire
y en el agua 
tus dulces pies brillaron como peces.

Adorada, me voy a mis combates.

Arañaré la tierra para hacerte una cueva 
y allí tu Capitán
te esperará con flores en el lecho. 
No pienses más, mi dulce, 
en el tormento 
que pasó entre nosotros 
como un rayo de fósforo 
dejándonos tal vez su quemadura.
La paz llegó también porque regreso.
a luchar a mi tierra,
y como tengo el corazón completo
con la parte de sangre que me diste
para siempre,
y como
llevo
las manos llenas de tu ser desnudo, 
mírame,
mírame, 
mírame por el mar, que voy radiante, 
mírame por la noche que navego, 
y mar y noche son los ojos tuyos. 
No he salido de ti cuando me alejo. 
Ahora voy a contarte:
mi tierra será tuya, 
yo voy a conquistarla, 
no sólo para dártela, 
sino que para todos, 
para todo mi pueblo.
Saldrá el ladrón de su torre algún día. 
Y el invasor será expulsado. 
Todos los frutos de la vida 
crecerán en mis manos 
acostumbrados antes a la pólvora. 
Y sabré acariciar las nuevas flores 
porque tú me enseñaste la ternura. 
Dulce mía, adorada,
vendrás conmigo a luchar cuerpo a cuerpo 
porque en mi corazón viven tus besos 
como banderas rojas,
y si caigo, no sólo
me cubrirá la tierra
sino este gran amor que me trajiste
y que vivió circulando en mi sangre. 
Vendrás conmigo, 
en esa hora te espero, 
en esa hora y en todas las horas, 
en todas las horas te espero. 
Y cuando venga la tristeza que odio 
a golpear a tu puerta, 
dile que yo te espero 
y cuando la soledad quiera que cambies 
la sortija en que está mi nombre escrito, 
dile a la soledad que hable conmigo, 
que yo debí marcharme 
porque soy un soldado, 
y que allí donde estoy,
bajo la lluvia o bajo 
el fuego, 
amor mío, te espero, 
te espero en el desierto más duro 
y junto al limonero florecido:
en todas partes donde esté la vida, 
donde la primavera está naciendo, 
amor mío, te espero.
Cuando te digan  "Ese hombre 
no te quiere", recuerda
que mis pies están solos en esa noche, y buscan 
los dulces y pequeños pies que adoro. 
Amor, cuando te digan
que te olvidé, y aun cuando 
sea yo quien lo dice, 
cuando yo te lo diga, 
no me creas, 
quién y cómo podrían 
cortarte de mi pecho 
y quién recibiría 
mi sangre
cuando hacia ti me fuera desangrando? 
Pero tampoco puedo
olvidar a mi pueblo. 
Voy a luchar en cada calle, 
detrás de cada piedra. 
Tu amor también me ayuda:
es una flor cerrada
que cada vez me llena con su aroma 
y que se abre de pronto
dentro de mí como una gran estrella.

Amor mío, es de noche.

El agua negra, el mundo 
dormido, me rodean. 
Vendrá luego la aurora 
y yo mientras tanto te escribo 
para decirte: "Te amo". 
Para decirte  "Te amo", cuida,
limpia, levanta, 
defiende
nuestro amor, alma mía. 
Yo te lo dejo como si dejara 
un puñado de tierra con semillas. 
De nuestro amor nacerán vidas. 
En nuestro amor beberán agua. 
Tal vez llegará un día
en que un hombre 
y una mujer, iguales 
a nosotros, 
tocarán este amor, y aún tendrá fuerza
para quemar las manos que lo toquen. 
Quiénes fuimos? Qué importa? 
Tocarán este fuego
y el fuego, dulce mía, dirá tu simple nombre 
y el mío, el nombre
que tú sola supiste porque tú sola
sobre la tierra sabes
quién soy, y porque nadie me conoció como una, 
como una sola de tus manos,
porque nadie
supo cómo, ni cuándo 
mi corazón estuvo ardiendo:
tan sólo
tus grandes ojos pardos lo supieron, 
tu ancha boca, 
tu piel, tus pechos, 
tu vientre, tus entrañas 
y el alma tuya que yo desperté 
para que se quedara 
cantando hasta el fin de la vida.

Amor, te espero.

Adiós, amor, te espero.

Amor, amor, te espero.

Y así esta carta se termina
sin ninguna tristeza:
están firmes mis pies sobre la tierra,
mi mano escribe esta carta en el camino, 
y en medio de la vida estaré
siempre
junto al amigo, frente al enemigo, 
con tu nombre en la boca
y un beso que jamás 
se apartó de la tuya.

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