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el rumor
que hacen el miedo y la sangre.
En su prisión de Francia
oye
las banderas del bosque.
Los suyos mueren
inútilmente,
se pudren, se los llevan
escarabajos color de estaño.
Caen
hijos de Francia
allá lejos.
Por qué?
Henri Martin se opuso
a la carnicería
sin gloria,
y ahora
con un traje rayado,
con un número a cuestas,
trabaja encarcelado
el radiante
honor de Francia.
Para desembarcar con aguacero caliente,
entre las moscas,
entre las moscas,
tanques y pústulas,
maldiciones, desgracias,
para desembarcar
muchachos
nacidos de la rosa
de Francia,
hijos
del jazmín y las uvas,
para matarlos,
para condecorarlos
y asesinarlos,
el gobiernillo
de Francia
debe crucificar el honor,
encarcelarlo,
ponerle traje a rayas,
numerarlo,
debe industrializar su estercolero
para venderlo
a los cowboys de Washington,
debe romper los huesos
del antiguo
honor nunca extinguido.
Por eso
Henri Martín,
radiante,
indomable
a través de las barras
que aprisionan
los ojos tricolores
de su pueblo,
mira
cómo cae
la sangre en los pantanos,
allá lejos,
sin gloria,
bajo las alas tórridas,
y los escarabajos
con sus pequeñas
bocas de estaño
acarreando
a las húmedas madrigueras,
hombres,
fragmentos de muchachos,
la fuerza y la dulzura
de Francia
sacrificada
para que los cowboys
de Filadelfia
bailen con la suavísima señora
del embajador de Francia.
Henri Martin: el trébol
del pasto matutino,
las cosas más humildes,
el banco
del carpintero,
la flor azul sin nombre
entre las piedras,
el terrible
viento sulfúrico
de Chuquicamata en la noche,
los hombres
hacinados
en las minas,
el pan,
el guerrillero
de nuestra dolorosa,
materna, desdichada,
heroica
Grecia de hoy,
todo
lo sencillo,
lo que sin aprender y sin saberlo
canta en todas las tierras y los ríos,
todo
te saluda,
Henri Martin, hermano
de cuanto existe, hermano
de la claridad y del sueño,
hermano
de la rectitud y del día,
hermano
de toda la esperanza,
marinero.
Yo paso y veo el mundo.
Allí estuve,
allí donde estuviste.
Conozco
la sangre y la muerte.
Por eso, porque eres
el hermano
de la vida,
Henri Martin, honor
de Francia, hoja
de la más alta encina,
laurel de las praderas,
héroe
de la paz y de la pureza,
te saludo
con la simplicidad
de la arena y la nieve
de mi patria distante.
poema « Henri Martin » en Canto general, De « Crepusculario » a « Las uvas y el viento ». 1923-1954, (Obras completas, tomo I) pages 1092-1095, Edición de Hernán Loyola. Galaxia Gutemberg, Barcelona, 1999.
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